miércoles, 12 de enero de 2011

El peregrino I

Capítulo I

En mitad de la noche, una sombra se asomó por la ventana de la habitación de Mauro desde la calle. Empezó a tocar el cristal para despertar al niño que dormía tranquilamente después de que su madre lo acostara. La figura insistió hasta que el chico se dio la vuelta y escondió los pies que tenía al descubierto. Los golpes en el cristal no cedían y se asustó. No le gustaba la noche, pero si era su gata Marusi quien quería entrar se levantaba, ponía los pies en el frío suelo y abría la ventana. Entonces, la dulce felina dejaba atrás el cristal que la separaba del interior de la casa y, poniendo sus patas encima de la mesa, bajaba por la silla sigilosamente. Cuando ya estaba en el suelo, ronroneaba, subía encima de la cama, abría un hueco entre las mantas, daba dos vueltas y se acomodaba. Mauro aprovechaba el sitio libre que le quedaba para tumbarse y reconciliar el sueño interrumpido.

Cuando se levantaba por la mañana, sus hermanos y su padre ya estaban de camino al trabajo y su madre le tenía preparada la mochila para ir al colegio. Lo acompañaba a la puerta.

– Mauro, ten mucho cuidado por el camino.

– Sí, mamá, no te preocupes. – Decía el pequeño mientras se ponía la bufanda y el gorro de lana.

Por el camino quedaba con sus amigos Pepín y Arturo para seguir caminando hacia el colegio. Les gustaba hacer bolas de nieve y estamparlas contra los árboles pero, al final, terminaban tirándoselas entre ellos. El trayecto les duraba media hora andando por un sendero al lado del río Esla.

Al llegar a la escuela, la Hermana Elena esperaba a los niños para empezar las clases y servirles el desayuno que consistía en un vaso de leche en polvo. […]

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